Por qué no decimos simplemente «Eucaristía» o «Misa»
Una reflexión teológica, litúrgica y pastoral desde la tradición anglicana reformada
En el rico vocabulario de la cristiandad, el sacramento instituido por el Señor en la noche en que fue entregado ha recibido diversos nombres: Eucaristía, Cena del Señor, Santa Comunión, Fracción del pan, incluso Misa. Cada uno de estos términos encierra una parte del misterio, pero también proyecta una determinada comprensión teológica. Por ello, los nombres no son indiferentes. Nombrar es confesar.
En la tradición anglicana, particularmente la surgida de la Reforma del siglo XVI y consolidada en el Libro de Oración Común (en adelante LOC) de 1662, el nombre más común no es «Eucaristía» ni «Misa», sino Santa Cena (Lord’s Supper). Esta elección no es casual ni meramente lingüística; expresa un compromiso doctrinal profundo con una comprensión bíblica, evangélica y reformada del sacramento.
- Raíz bíblica: la Cena del Señor
La Escritura emplea expresamente el término Cena del Señor. En 1 Corintios 11:20, Pablo reprende a los corintios diciendo:
«Cuando ustedes se reúnen, ya no es para comer la cena del Señor» (NBLA).
La palabra cena (griego: δεῖπνον, deipnon) remite a una comida real, compartida al final del día, que en este caso ha sido santificada por el mandato y la presencia de Cristo. Es significativa también la institución en el contexto de la Pascua judía, una comida litúrgica en memoria de la redención de Israel. Jesús, al tomar el pan y el vino, no sólo transforma la Pascua, sino que señala su cumplimiento:
«Hagan esto en memoria de mí» (Lucas 22:19).
«partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón» (Hechos 2:46)
El acento bíblico en la comida, y no en el sacrificio, es esencial. Cristo ofrece su cuerpo y sangre una vez para siempre en la cruz, y no se repite ese sacrificio en cada culto. Participamos de sus beneficios por la fe, en una comida santa, no en una nueva inmolación.
- Reforma, claridad y distinción
La Reforma anglicana no fue una invención doctrinal, sino una recuperación de la fe apostólica y patrística, liberada de los excesos medievales. Uno de los ejes fue la purificación del culto, particularmente del entendimiento de la Cena del Señor.
El Artículo 31 de los Treinta y Nueve Artículos de Religión afirma:
«El sacrificio de Cristo es la oblación perfecta, suficiente y completa por los pecados del mundo entero… y por tanto el sacrificio de la misa, como comúnmente se dice, es una fábula blasfema y peligrosa».
Frente al lenguaje sacrificial de la «misa», los reformadores anglicanos, siguiendo a Cranmer, Ridley y Latimer, reinstauraron el lenguaje bíblico de «Cena» y «Comunión», con un énfasis en la participación espiritual, no en la transubstanciación ni en la adoración del pan.
- El lenguaje del Libro de Oración Común (LOC)
El LOC (1662), joya litúrgica de la Reforma inglesa, titula su rito principal:
“The Order for the Administration of the Lord’s Supper, or Holy Communion» Traducido como: “La Administración de la Cena del Señor, o Santa Comunión».
La frase «Santa Cena» aparece varias veces en las traducciones históricas del LOC al español, y aunque también se reconoce la expresión «Santa Comunión», la palabra Cena tiene una fuerza especial: nos remite al acto histórico de Jesús en la noche de su traición, y mantiene la dimensión festiva, relacional y conmemorativa del evento.
Este lenguaje es también un rechazo pastoral a la terminología de la misa, que arrastra conceptos asociados al sacrificio repetido, a la mediación sacerdotal y al alejamiento del pueblo del misterio celebrado.
- Una teología reformada de la Cena
Los anglicanos reformados confiesan que la Cena es:
- Una memoria viva del sacrificio de Cristo.
- Un medio de gracia, no por magia ni transformación sustancial, sino por la presencia espiritual real de Cristo recibida por la fe.
- Una comunión con Cristo y con su Iglesia.
- Un acto de obediencia y unidad, no de mérito ni repetición sacrificial.
Como enseña el Artículo 28:
«La Cena del Señor no es sólo un signo del amor que los cristianos deben tener entre sí, sino más bien un sacramento de nuestra redención por la muerte de Cristo; tanto que, para los que recta y dignamente, y con fe, la reciben, el pan que partimos es participación del cuerpo de Cristo».
Y las Homilías nos enseñan:
«Porque de nosotros mismos somos árboles no frutales, que no pueden producir manzanas. Somos de nosotros mismos de una tierra que sólo puede producir malezas, ortigas, zarzas, espinos y cizaña» (Primer libro de las Homilias. Homilia 2: La miseria de toda la humanidad).
En este contexto, el nombre «Santa Cena» proclama que no asistimos como consumidores pasivos ni como adoradores del pan, sino como invitados por gracia a una mesa sagrada donde somos alimentados por Cristo, en comunión con su cuerpo. Es bueno tener en cuenta, que en la Cena se experimenta comunión con el Padre y con el pueblo, y se alaba a Dios, por lo que se podría argumentar que Cena es un concepto que abarca estos otros dos nombres.
4. Una teología reformada de la Cena
Los anglicanos reformados confiesan que la Cena es:
• Una memoria viva del sacrificio de Cristo.
• Un medio de gracia, no por magia ni transformación sustancial, sino por la presencia espiritual real de Cristo recibida por la fe.
• Una comunión con Cristo y con su Iglesia.
• Un acto de obediencia y unidad, no de mérito ni repetición sacrificial.
Como enseña el Artículo 28:
«La Cena del Señor no es sólo un signo del amor que los cristianos deben tener entre sí, sino más bien un sacramento de nuestra redención por la muerte de Cristo; tanto que, para los que recta y dignamente, y con fe, la reciben, el pan que partimos es participación del cuerpo de Cristo».
Y las Homilías nos enseñan con fuerza la absoluta necesidad de la gracia previa y salvadora de Dios, recordándonos que nada bueno puede surgir de nuestra naturaleza caída sin su intervención misericordiosa:
«Porque de nosotros mismos somos árboles no frutales, que no pueden producir manzanas. Somos de nosotros mismos de una tierra que sólo puede producir malezas, ortigas, zarzas, espinos y cizaña» (Primer Libro de las Homilías. Homilía 2: La miseria de toda la humanidad).
Esta afirmación subraya que no venimos a la mesa del Señor como quienes tienen algo que ofrecer, sino como quienes dependen enteramente de la gracia. En este contexto, el nombre «Santa Cena» proclama que no asistimos como consumidores pasivos ni como adoradores del pan, sino como invitados por gracia a una mesa sagrada donde somos alimentados por Cristo, en comunión con su cuerpo.
Es bueno tener en cuenta que en la Cena se experimenta también comunión con el Padre y con el pueblo de Dios, y se eleva alabanza a su nombre. Por ello, puede decirse que la expresión «Cena» incluye, de manera amplia y rica, lo que otros nombres intentan describir por separado: Comunión, Eucaristía.
- Pastoralmente: el nombre importa
Llamar a este sacramento Santa Cena es una forma de educar teológicamente al pueblo de Dios. No es una terminología secundaria. Es una manera de comunicar:
- Que la salvación es por gracia y no por ritos.
- Que Cristo murió una sola vez, y esa ofrenda es suficiente.
- Que todos los creyentes son invitados a su mesa.
- Que no necesitamos un sacerdote-sacrificador, sino un presbítero que administre fielmente los misterios de Dios.
- Que la Cena es alimento espiritual, no espectáculo ni símbolo vacío.
- Que estamos en comunión con Dios.
Conclusión
La expresión «Santa Cena» es sencilla, pero poderosa. No es menos solemne que «Eucaristía», ni menos teológica que «Comunión». Es, más bien, la forma bíblica y reformada de referirse al don precioso que Cristo dio a su Iglesia.
Como anglicanos evangélicos y reformados, al usar este nombre confesamos que:
- Hemos sido invitados a la mesa por gracia.
- Cristo está realmente presente entre nosotros por su Espíritu.
- No ofrecemos sacrificios, sino que recordamos y proclamamos al Salvador crucificado y resucitado.
- Nos alimentamos de Cristo por la fe, fortalecidos para vivir en santidad y comunión.
Por eso, con gozo, seguimos diciendo con el LOC: «La Santa Cena del Señor».
Soli Deo gloria.
Bibliografía complementaria
- The Book of Common Prayer (1662). Edición clásica del culto anglicano. Incluye los Treinta y Nueve Artículos de Religión, los ritos de la Santa Cena y oraciones pastorales. Hay ediciones en línea, aunque la versión existente en castellano es bastante deficiente. La IACH está trabajando en una versión del LOC 1662 en castellano actual.
- Bray, Gerald. La fe que confesamos: Explicación de los Treinta y Nueve Artículos. Trad. Elvis Castro. Ellensburg: Proyecto Nehemías, 2017. Obra fundamental para comprender la teología anglicana reformada. De muy fácil lectura.
- Calvino, Juan. Institución de la religión cristiana. Trad. Cipriano de Valera. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2009. Libro IV, capítulo 17: la Cena del Señor desde la perspectiva reformada clásica.
- Vermigli, Pedro Mártir. Loci Communes. Trad. Kirk Summers. Editorial Teología para Vivir, 2023. Compendio teológico que aborda temas centrales de la Reforma, incluyendo la doctrina de la Santa Cena.
- Bucero, Martín. Liturgia de las Iglesias Reformadas. Compilado por Bard Thompson. Incluye las liturgias de la Palabra y de la Santa Cena de Martín Bucero, Juan Calvino y Juan Knox.
- Packer, J. I., y Wright, N. T. Anglican Evangelical Identity: Yesterday and Today. Oxford: Latimer House, 1991. Reflexión sobre la identidad evangélica anglicana; no disponible en español.
- Booty, John E. The Church in History. Wilton, CT: Morehouse-Barlow, 1977. Presenta el desarrollo histórico de la liturgia anglicana, incluyendo el lenguaje sacramental.
- Dix, Gregory. The Shape of the Liturgy. London: Dacre Press, 1945. Estudio clásico sobre la evolución litúrgica occidental; escrito desde una perspectiva anglo-católica. Pero muy importante para la comprensión de la doctrina.